martes, 6 de septiembre de 2011


CAPÍTULO II


De como busqué, sin saber qué buscaba


"El que busca encuentra"...

A veces cuando uno despierta  por la mañana está más lúcido. Parecería que los primeros segundos de subirnos al mundo trae consigo el recuerdo de lo verdadero, del Misterio... 
Si todos viviéramos en ese segundo inmortal, se acabaría el hambre, la violencia, el ultraje. Pero dura lo que una gota tarda en difuminarse en el manojo de gotas que conforma un mar. 
Es raro cómo el tiempo se comporta con cada persona, o serán las personas que se compartan de forma distinta con el tiempo, no sé. Lo cierto es que también es peligroso perderte en el misterio, quedarte flotando como una pluma flota en un océano interminable. Mirar más allá del cielo y ver más océano, más vacío. 
Me desperté una mañana cualquiera, ordinaria, como todas las mañanas creadas en serie por los días. Me estaba subiendo al mundo cuando pasó. 
Un instante congelado despertó un escalofrío.
Di un salto de la cama y comencé a buscar. Abrí la heladera, nada. Continué por los muebles de la cocina y la ausencia de éso que buscaba seguía vivo. Seguí por toda la casa: el inodoro, en la bañera, la habitación, la pequeña biblioteca, dentro del televisor... El sótano!- Me dije-La última vez que lo vi estaba en el sótano!- Bajé como un lobo revolviéndolo todo, pero nada.  
Estaba furioso, nervioso y ofuscado. 
 Encendí un cigarrillo, me quedé sentado en la única mesa que había quedado de pie luego de mi caótica búsqueda. La tiré al suelo, pensando que tal vez lo que buscaba se escondía bajo ella-Ajá!!!- Exclamé con una expresión de locura. Pero la nada seguía insistiendo.
Después de unos segundos ya no había más nada que revolear, así que la furia cayó sobre el pobre cigarrillo que moría lentamente en una brasa mortal. Lo descuarticé contra el suelo, sus tripas tabaco, se desparramaron, volaron por la ventana abierta. En este otro instante además de furia, nerviosismo y ofuscamiento se sumó también la incertidumbre y el miedo- Y si se había ido, si había volado por la ventana como las tripas del cigarro? Cómo haría para encontrarlo en una ciudad tan reputisimamente grande? Y lo que es peor-Y esto fue la muerte- Qué carajo estoy buscando?!.
Los días continuaron sucediendo, el mundo seguía girando sobre su eje, en su repetitiva danza alrededor del sol. 
Lo peor de la vida no es el odio ni la indiferencia, es la ignorancia, esa sensación de impotencia que te ahoga desde adentro, que te enmudece, tapándote la boca con la mano negra de la incertidumbre. 
Salí como cada día después de aquel día que lo perdí, atento, buscando miradas entre las miradas, sombras entre las sombras, palabras, gestos, pero detrás de todo aquello que observaba, sólo encontraba más incertidumbre.
Las bocinas del mundo sonaban como todos los días en las calles, el temblor de las pisadas quebrando el asfalto negro, los mismos noticieros envenenando los oídos, los sacerdotes, las monjas, las prostitutas, Dios, ese miserable que señala desde lo alto lo que está bien y lo que está  mal... La revolución verdadera se llama Satán, me asombré pensando, prefirió la humildad de las sombras, que vivir en la luz de las miradas humanas como un rey... 
Todo estaba igual para todos, menos para mí.
Así transcurrieron dos años de mi vida.
Muté, me transformé en un Este cuya única luz era la del cigarrillo, esa placentera lengua negra que me recordaba estar vivo o por lo menos respirando.
Llegó el frío de otoño, la escarcha sepia de las hojas crujía bajo mis pies. Yo arrastraba mi cadáver como una piedra a la cárcel de la vida, a la única cosa que me servía como excusa para no despojarme de ese pesado cuerpo. Mi trabajo me distraía, era como las noticias o la religión, estupidizaba mi cerebro, me anestesiaba el dolor que causaba vivir. Pero ese día no me arrastré hasta el trabajo, ni me distraje viendo las noticias, ese día fue distinto.
 Caminaba con el frío de la vida, sin un rumbo verdadero y fugazmente, como un suspiro, vi... No puedo decir qué estaba viendo, pero lo observé difuminarse en la esquina. Corrí apresurado, desgarrando mis pulmones por el agitado vaivén del aire. Lo seguí como si de ello dependiera mi vida.
 Diez cuadras después me detuve intentando no morir atragantado por el aire. Miré hacia todos lados, el paisaje gris del cemento hacía juego con el cielo, los árboles no agitaban sus ramas secas con el viento como en una poesía, no. Pero apenas a veinte metros de mí, casi comido por la ciudad, resplandecía como una hoguera verde un hermoso árbol. 
Llamó mi atención porque era el único vegetal que conservaba sus hojas verdes, como ajeno al otoño, ajeno a todo.
Una placa contextualizaba:
"Sequoiadendron giganteum: traído de Giant Forest (Norte América) por el monje You Pen Shi. Es un brote extraída del árbol "General Sherman", considerado como el ser vivo más grande del planeta. Su volumen estimado es de 1500 metros cúbicos, con un peso de 1300 toneladas y una edad aproximada de 2200 años."
“Que esta maravillosa criatura sea el ente inspirador de todos aquellos que buscan encontrarse a sí mismos como la máxima expresión de la imperturbable esencia de todas las cosas. No importa cuánto tiempo pase,  si vives como la sequoia, en contacto contigo mismo, con tu Ser, te sabrás eterno, porque la vida es el Ser de todas las cosas. Perderte a ti mismo es la excusa perfecta para encontrarte. Encuentra el silencio imperturbable que vive en todas las cosas y habrás trascendido el otoño de la ilusión" 
You Pen Shi

A veces las casas parecen estar hechas adrede, como si una fuerza inteligente guiara los pasos del camino.
Sentí un calor envolverme el cuerpo, era la sangre recordándome la vida, una vida que moría, otra que revivía. Un alivio se esparció por los músculos, ese alivio que le prosigue al dolor, y por fin comprendí lo que estaba buscando…
Recuerdo dos cosas más de aquel día:
Una, fue que no fui a trabajar nunca más y otra, ver a un monje que salía del templo budista donde se encontraba plantado ese árbol. Me miró como reconociendo mi dolor, y sin detenerse demasiado balbuceó en voz alta:

“El que pierde, busca…”   

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