jueves, 29 de marzo de 2012

Crónica de un encuentro


Se encontraron, y se miraron, y se dejaron ver que uno le sonreía al otro. Ella acomodó su cabello porque le pareció mas femenino, él le devolvió una mirada de esas que expresan interés, ella se quedó parada en la esquina, mientras el semáforo avisaba que era tiempo de no cruzar.... 
A sólo unos metros el uno de el otro, separados por un río negro de metal y ruidos, las voces del exterior se fueron apagando y  habiendo tanta gente en esa esquina, en esa cuadra, repentinamente sólo existían sus ojos los de él, su cuello, el de ella...
 Emprendieron la marcha al inevitable encuentro, y se encontraron...
Él le preguntó cual era su nombre, ella le respondió con una voz dulce y cariñosa, él le preguntó si quería beber una copa y ella aceptó, gentil...
Dos horas después, ella ya sabía que él amaba a Duke Ellington, Randy Weston y Miriam Makeba, ya sabía que le encantaba Friedrich Wilhem Marnau, Alfred Hitchcock, que adoraba leer Edgar Allan Poe, que era ateo, pero creía un poco en el Diablo...
Que amaba el color negro, el aroma a incienso, a libros viejos y le encantaba el Borgoña de Côte d´Dor... Estaba deslumbrada, disfrutando de la delicada voz de ese hombre tan interesante, tan extraño y la vez oscuro...
Él sugirió que era tarde, ella afirmó con su cabeza, él propuso una última copa de vino, para despedir el encuentro en su cálido hogar... Ella lo observó unos instantes, su piel blanca, sus ojos del color de la miel, su boca roja como la sangre, sus manos delicadas y hasta un poco frías, su pelo oscuro... Casi sin pensarlo, sin quererlo, tal vez por la bebida, se sintió un poco avergonzada al descubrir el deseo de sentir la piel de ese extraño, de tenerlo entre sus piernas, de besar esos labios...
Los instantes pasaron y de nuevo el tiempo los encontró frente a su puerta, la de él...
El ambiente era frío, oscuro, una oscuridad como de a ratos, un silencio que lastimaba...    
Ella entró primero, él la siguió como una sombra, y por mas extraño que perecía el contexto, ella se dejó besar por esos labios de hielo que erizaba su piel...
Otra vez el tiempo transcurrió y los encontró entrelazados en sábanas de seda egipcia, suaves como una brisa, ella sintió que él la penetraba y en ese instante de oscuridad, su piel, la de él, se tornó del color de las cenizas, sus ojos negros como un hueco, su boca filosa como un abismo...
Ella intentó zafarse, pero él le besaba el cuello con sus filosos dientes de aguja, la conciencia se fue desvaneciendo, el aliento se fue extinguiendo, eran las doce de la noche, cuando la última gota de sangre resbaló por su boca, la de él...