lunes, 5 de septiembre de 2011

Atardeciste mi cama...


La quebrada mueca,
la risa inerte de tu pesada sombra,
la silueta transparente de tus carnes al desnudo,
dejaron una herida en el iris de mi canto…
Ese canto que brotaba de la luz,
que sonaba a perfumes y ademanes en la cama.
Una sombra como muerta, 
como desnudando lo desnudo,
dejó caer un gemido atragantado,
anudando las vocales mudas de mi silencio,
de mi perfecta y erecta presencia.
Me llevaste despojado de materia,
un brillo incandescente en la oscuridad de la nada,
apenas sí el reflejo de un quebranto,
una gota de saliva de tu ombligo,
un pedazo de secreto de tus piernas.
Me llevaste atragantado de silencios,
al sordo hueco de tu mueca que desgarra,
al abrazo de tu pesada sombra,
al desolado desierto de tu cuerpo desnudo.
Creí morir en la súbita lengua de tus manos,
en el oscuro paisaje de tus ojos,
en el sonido de tu cadera envolviendo la mía.
Me aflojé como un desmayo, 
como una suspiro,
me dejaste desnudo en el alma,
te fuiste cantando un canto, 
ese canto que  brotaba de la luz
y hacía a tu sombra una antorcha
y a tus manos un silencio
y a tus ojos un ocaso...
Atardeciste mi cama,
la noche pasó por mi espalda, yo soñaba con tu canto...

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